Mexico: Creating Anti-Monuments and Crowdfunding Dissent

October 1, 2012

Following the favorable media coverage that won Enrique Peña Nieto the Mexican presidency, artist Pedro Reyes invokes the #YoSoy132 movement to suggest new media strategies for publicly airing political critiques.

Mexico City, May 23, 2012. Photo by MaloMalverde.

Haga clic aquí, para leer la traducción del text a español.

Although we live in an era of ubiquitous social media, we should not underestimate the brainwashing powers of television. The more traditional medium’s immense influence was seen leading up to July’s presidential elections in México. Unequal air times, rigged polls and scare campaigns were decisive factors that favored electoral candidate Enrique Peña Nieto, who won the election. Many Mexicans regarded the electoral process as an imposition rather than a popular decision. Among the numerous protests that followed, one that emerged with great force and clarity was the student-led #YoSoy132 movement.

The main reason for the outrage among students—and the rest of Mexican society—was the media’s blatant preference for Nieto, the candidate of the Institutional Revolutionary Party (PRI), which held power from 1929 to 2000.

It became clear that though social media has been crucial in recent elections, there is still a vast demographic whose “media diet” is supplied exclusively by TV and newspapers. While clever posts on Facebook may collect many “likes,” attention to these sentiments tends to stay within one’s network of friends; the greater part of the population is still susceptible to the lies told by more traditional media. And since no sign points to television becoming a more democratic medium, it is paramount to bridge the gap between the critiques issued online and the visual space available in cities across Mexico.

Even a single crowd-sourced billboard would be enough to create a ripple of
social change…

Let’s imagine, then, that posts sourced on websites like Facebook could be enhanced with additional elements, like options for crowd-sourcing and funding, to project the posts’ words onto billboards, which have a huge amount of visibility. If these billboards were positioned strategically within the capital—at over 19 million people, Mexico City is the most populous metropolitan area in the Western hemisphere—they could draw the attention of thousands upon thousands of people daily. Devising a website where one could transform social media posts into billboards would allow critical messages absent from mainstream media to reach new audiences. Many websites allow subscribers to vote for their favorite products and media: apparel, designer objects, songs, movies and so forth. This website would be similar, but instead of selecting designs to be made into t-shirts, for example, visitors would choose a cause or message they believe should receive more exposure, such as the records of political figures.

These virtual posts could undergo a fact-checking phase before becoming actual billboards; that way, space for clarification and commentary would be built into the process. Perhaps the first strategy would be to design an interface allowing users to write and share messages simply, and prescribing a period of time for improvements to be made to the text based on the comments and “likes” it receives. In the second phase, a message would be voted for and funded. Even a single billboard would be enough to create a ripple of social change, as reaching the third phase of materialization would mean constructing an extraordinary monument—or anti-monument, as it were.

By bridging the gap between the internet and physical space, this website would also have another advantage: supporters of the cause without the time or means to attend a demonstration would still be able to participate. This is extremely important, as all campaigns have a “burnout” phase. Movements such as #YoSoy132 or Occupy Wall Street gain or lose momentum in direct proportion to the time their supporters invest. This platform would allow social movements to increase their lifespans, while remaining democratic and independent.

This piece, commissioned by Creative Time Reports, has also been published by visualMAG, where it was translated into the below Spanish text.

Mexico: Creando contra-movimentos y rebelión publica

Aunque vivimos en una era de redes sociales ubicuas, no debemos subestimar el poder de la televisión para lavar cerebros. La inmensa influencia del medio de comunicación más tradicional se anticipó a las elecciones presidenciales mexicanas de julio. Tiempos de emisión desiguales, sondeos manipulados o campañas de intimidación fueron factores decisivos a la hora de favorecer al candidato Enrique Peña Nieto, que resultó ganador en las elecciones. Muchos mexicanos vieron el resultado electoral como una imposición y no como una decisión del pueblo. Entre las numerosas protestas que siguieron a los resultados, una que emergió con gran fuerza y claridad fue el movimiento estudiantil #YoSoy132.

El principal motivo de la indignación de los estudiantes—y del resto de la sociedad mexicana—era la evidente preferencia que los medios habían mostrado por Nieto, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ya había estado en el poder desde 1929 hasta el año 2000.

Ha quedado constancia de que, si bien las redes sociales han sido cruciales en las elecciones, aún hay un amplio porcentaje de la población cuya dieta mediática se basa exclusivamente en la televisión y la prensa escrita. Aunque los posts inteligentes en Facebook consigan muchos Me gusta, las opiniones no suelen salir del círculo de amigos; la gran mayoría de la población aún es susceptible de caer presa de las mentiras que cuentan los medios de comunicación tradicionales. Dado que no hay signos de que la televisión vaya a volverse más democrática, es primordial rellenar el hueco existente entre las críticas online y el espacio visual disponible en las ciudades en todo México.

Una sola cartelera colaborativa sería suficiente para crear una ola de cambio social…

Imaginemos que los posts publicados en redes sociales como Facebook pudieran completarse con elementos adicionales, como opciones de colaboración y financiación colectivas, y proyectar los posts en vallas publicitarias, que tienen mucha visibilidad. Si dichas vallas se distribuyesen estratégicamente por toda la capital –con más de 19 millones de habitantes, el D.F. es el área metropolitana más poblada del hemisferio occidental–, atraerían la atención de miles de millares de personas al día. Una web donde se pudieran transformar los posts de las redes sociales en anuncios publicitarios permitiría que los mensajes críticos que no se ven en los medios de comunicación principales llegasen a un público nuevo. Muchas páginas web permiten que los usuarios voten sus productos favoritos, sus canciones preferidas, películas, etcétera. Esta web podría ser parecida pero, en lugar de votar un diseño para que se hagan camisetas, los usuarios podrían elegir una causa o un mensaje que crean que debe tener más visibilidad, como la información sobre los políticos.

Estos posts virtuales podrían pasar por una fase de verificación antes de plasmarse en las vallas publicitarias; de esta forma, en el proceso cabrían la aclaración y la discusión. Quizá la primera estrategia fuese diseñar una interfaz que permitiera a los usuarios escribir y compartir mensajes de forma sencilla, y prescribir un periodo de tiempo para mejorar el texto en función de los comentarios y los Me gusta recibidos. En la segunda fase, se elegiría un mensaje por votación y se recaudarían los fondos necesarios. Una sola valla publicitaria sería suficiente para crear una ola de cambio social, y llegar a una tercera fase de materialización implicaría construir un monumento extraordinario –o un antimonumento, en este caso.

Al rellenar el hueco que existe entre internet y el espacio físico, la web tendría además otra ventaja: las personas que apoyan una causa pero no tienen tiempo o forma de asistir a una manifestación también podrían participar. Esto es muy importante, puesto que todas las campañas tienen una fase de agotamiento. Movimientos como #YoSoy132 o Occupy Wall Street ganan o pierden fuelle en función del tiempo que sus seguidores inviertan en ellos. Esta plataforma permitiría que los movimientos sociales tuviesen un ciclo de vida más largo sin dejar de ser democráticos e independientes.

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